A veces siento que somos la misma persona. Un mismo viento que compartimos de a sorbos, pero en especial dos, nosotros. Es yo, y yo el, y cuando el rojo arde, también el mío entristece un poco.
Hace poco lo entendí. Estimaba coincidencias horarias, que compartíamos con días, meses y otros tiempos soplados. Y el año en que llegó la carta, sonreí de mentiras mientras mi alma comprendía que eramos uno solo y te estás por ir. ¿Moriré también si no puedo escucharte, ó volverás a consolarme en cálidos brotes cuando la soledad desespere?
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