lunes, 22 de marzo de 2010

Nubosidad Variable

Eran las doce del mediodía. El pronóstico anunciaba nubosidad variable; tiempo inestable con probabilidad de precipitaciones dispersas, y vos abriste la puerta. No debes haber tocado el timbre, porque no te escuché entrar. Por ahí estaba demasiado distraida -algo no tan extraño en ese noviembre gris- pero cuando te ví arrinconado contra el marco de mi puerta no me asusté. No solté mi cuaderno, ni traté de salir corriendo. Simplemente me quedé ahí, muda, esperando ver lo que proponías.

A la mañana siguiente me llevaste de paseo. Caminamos por los parques del barrio hasta que los edificios se volvieron desconocidos y mis rodillas empezaron a temblar. No sé si era el frío de la noche sin estrellas, o el cansancio de la jornada. No sé si eras vos, o éramos nosotros. La circunstancia, en fín. Después de todo, somos una simple sumatoria de contingencias.

¡Cómo me gustaba pensar a tu lado! Contarte las ideas más descabelladas y mirar como brillaban tus ojos cuando al depuntar el alba mi cuerpo cedía al cansancio y caía a tu lado.

Cómo me gustaba la libertad de simplemente ser. De que fuéramos. Los dos al mismo tiempo.



Para N,

Comme elles sont

Primero sufrió. Le costaba lidiar con el vacío de su ausencia. A veces pasaba horas, incluso días intentando recordar hasta el último detalle. Como si retrotraerse al momento del crimen fuera a darle una nueva oportunidad para cambiar el curso de los eventos.
Pero...¿Qué había para cambiar? Sin entrar en tecnicismos realistas; el tiempo es lineal y su fluir indetenible, por lo cual alterar lo acontecido es imposible bajo cualquier circunstancia.
Exceptuando una serie de detalles insignificantes, no había nada que cambiar. Las cosas no podrían haber sido de otro modo, probablemente es por ello que no lo fueron.