martes, 1 de septiembre de 2009

Sinestesia

Si termina para todos ¿Por qué es diferente para él?
¿Qué se siente saber lo que nadie sabe? Pero que él sabe, aunque no a ciertas. Porque aunque todos lo saben, nadie lo sabe, salvo él. Que lo piensa. Lo mastica, lo deja reposar y lo vuelve a retomar más tarde. Su juego se ha convertido casi en un ritual, un ritual que lo persigue, obligándolo a jugar, una vez más.
Por las noches las fantasías lo desagrran, lo empujan hacia los extremos de sus entrañas ensangrentadas que ya no pueden sino llorar a borbotones de tan cansadas que están.
A veces las aves le conceden el silencio, a veces ni siquiera ellas pueden rescatarlo de su prisión.
Y pasan las horas de los dias, y él siempre ahí. Pensando. Luchando sin uñas contra un séquito invisible de enemigos silenciosos, que avanza en forma inexorable...
...indiferente a sus lamentos.

viernes, 5 de junio de 2009

Si ya no sabías como volver..

Ayer, mientras miraba como apilabas los últimos ladrillos de tu pared, vi tus ojos y sentí tristeza. No es que estuvieran vacíos ni mucho menos, era la frialdad con que me miraban. Esos ojos anestesiados, como dos cuerpos extraños, desprovistos de toda humanidad. Y allí, no puede evitar sentir soledad, la más cruda soledad que me carcomía los huesos como las termitas hacen con esos roperos viejos.
Quise escapar pero no pude, tal vez por orgullo, por no dejarte ganar la partida, por impedir que vieras la tristeza que crecía dentro mío al saber que ya no era más nada para tí. Pero sabía, que por fuera de ese tanteador imaginario yo ya había perdido. Me había perdido a mi misma en una maraña de paranoias ilusorias, en vanas conjeturas incomprobables, en un pozo negro que parecía no tener fondo.
Y en secreto lloré. Lloré por tí, y por mí. Lloré por el pasado, lloré por las fantasías que nunca se materializaron y por la realidad ajena. Y te miré con una sonrisa cuando me preguntaste si algo me sucedía. -Nada- Contesté.
¿Qué podía decirte? Si sabía que no lo entenderías, que no te importaba, o que no podía importarte como yo necesitaba que lo hiciera.
Esbozaste unas caricias en mi chamarra gruesa que en lugar de consolarme, acrecentaron el vacío de mi soledad. ¡Si habías rechazado mis manos que te buscaban errantes! ¡Si habías terminado de levantar tu pared impecable! ¿Cómo podrías acercarte ahora?, si ya no sabías como volver..